La Curta, una maravilla antes de la era de las calculadoras digitales

Ver artículo actualizado en marzo de 2016.

curtaAcostumbrados a las calculadoras digitales y a los ordenadores parece increíble que un ingenio mecánico que se maneja con una mano pudiera hacer cálculos tan asombrosos como los que hacía (y hace) la curta, una verdadera maravilla mecánica.

Hoy son objeto de coleccionismo, cosa totalmente merecida dada la calidad con la que fueron construidos estos ingenios mecánicos de cálculo. En la época en que las calculadoras eran como armarios y, como mucho, los ingenieros recurrían a las reglas de cálculo como único elemento más o menos portátil, la curta vino a revolucionar todas aquellas actividades en las que hacía falta calcular con precisión.

No sabía nada de esta máquina hasta que Investigación y Ciencia publicó un artículo sobre ella. Es digna de admiración, tanto por su esmerada mecánica como por la historia de su concepción y construcción. Totalmente mecánica, sin pilas ni enchufes, analógica si se quiere decir así, la curta fue diseñada hasta su más íntimo detalle por Curt Herzstark (1902-1988). Este ingeniero dedicó su vida a las calculadoras mecánicas, la cosa le venía de tradición familiar, marcándose el reto de construir esta pequeña joya en plena Segunda Guerra Mundial, cuando era perseguido por los nazis a causa de su origen semítico. Desde pequeño se había sentido entusiasmado por lograr solucionar el gran problema de las calculadoras de entonces: su gigantesco tamaño. Todos los profesionales necesitados de cálculos complejos o tediosos soñaban con una máquina funcional y pequeña. Confinado en un campo de concentración austriaco, Herzstark sobrevivió gracias a su dominio de la técnica en construcción de pequeñas piezas de precisión, algo que los nazis encontraron muy útil. En medio de las penalidades logró concebir y dibujar los planos de la máquina soñada. Terminada la guerra, con ayuda de algunos inversores locales, comenzó a fabricar la primera calculadora verdaderamente de bolsillo.

Se trata de un ingenio admirable, totalmente mecánico, compuesto de cientos de piezas sabiamente ensamblados y muy pequeño, apenas diez centímetros de altura. Es capaz de realizar sumas, restas, productos y divisiones con una precisión asombrosa que llega a superar a algunos modelos de calculadora electrónica de nuestros días.

Desde los años setenta ya no se fabrican. Sin embargo, existe un importante mercado de coleccionistas y una legión de admiradores que han hecho entrar a la curta en el cielo de las calculadoras.


Más información en:
La curiosa historia de la primera calculadora de mano. Stoll, Cliff.
Revista Investigación y Ciencia: 330 – MARZO 2004