La princesa de la paleontología

imgUn suceso extraordinario aparece marcando la vida de Mary Anning en todas sus biografías. La pequeña Mary, con apenas quince meses de edad, era una pequeña criatura completamente normal hasta que, sorprendentemente, sobrevivió tras ser alcanzada por un rayo. Desde ese día, se mostró más despierta y curiosa. Por desgracia, su niñera, con la que se encontraba en el momento de la caída del rayo, no sobrevivió. Mary vivía en Lyme Regis, Inglaterra, un lugar famoso por sus acantilados plagados de fósiles. Nacida en 1799, la pequeña acompañaba desde muy niña a su hermano y a su padre en la caza de fósiles. Era una época apasionante para la incipiente geología y la paleontología, cuando la opinión mayoritaria todavía afirmaba que la Tierra apenas contaba con unos pocos miles de años de vida, que la Biblia narraba detalladamente todo lo sucedido desde el primer día de la creación y, por tanto, había de ser tomada al pie de la letra y, además, que los fósiles eran poco menos que trampas dejadas por Dios para probar la fe de su rebaño o que no serían más que restos de las pobres criaturas pecadoras que no pudieron sobrevivir al diluvio universal. Pero todo estaba cambiando, desde que James Hutton y otros comenzaron a investigar seriamente el problema de los fósiles, apareció una nube negra en la presunta veracidad bíblica. En efecto, el mundo era mucho más antiguo de lo que se suponía y, para colmo, las criaturas fósiles hicieron pensar que había una evolución de las especies a lo largo de eones.

Lejos de discursos y polémicas entre la religión y la ciencia, entre catastrofistas y uniformistas, creció Mary Anning, rodeada de los fósiles recolectados en los acantilados. Richard Anning, el padre de familia, que complementaba su oficio de carpintero con la venta de fósiles, falleció cuando Mary era muy pequeña. Tal pérdida hizo que la familia perdiera su principal fuente de ingresos, así que Mary, su hermano Joseph y su madre, decidieron sacar todo el partido posible a los fósiles. De esta forma, abrieron una tienda dedicada a la venta de estas reliquias del pasado remoto. Con el paso del tiempo, la pequeña Mary se convirtió en la más experta cazadora de fósiles del mundo y, aunque no tuvo una formación académica convencional, su instinto e inteligencia hicieron que sus hallazgos fueran tomados en cuenta por la Sociedad Geológica de Londres, entre otras instituciones. Claro que, siendo mujer y habiendo crecido en un ambiente rústico, no era reconocida como persona valiosa, sino más bien como una persona útil porque proporcionaba fósiles de extraordinaria calidad. La mayor parte de sus hallazgos fueron bautizados con los nombres de otros, insignes académicos y sabios.

La intuición y buen hacer de Mary a la hora de localizar, limpiar y reconstruir fósiles torno en legendaria. Su hallazgo del primer fósil completo de un ictiosaurio hizo historia. Claro, tuvo la suerte de vivir cerca de unos acantilados plagados de fósiles, pero todo el que la acompañaba en su trabajo resaltaba que, allá donde nadie veía nada, ella percibía la presencia de un fósil, siendo capaz de recolectar más que nadie y localizar ejemplares en rocas que habían sido visitadas ya por mucha gente sin que ninguno se percatara de que allí, limpiando un poco, habitaba un valioso fósil. Su fama, que creció en vida, se convirtió en una auténtica leyenda tras su muerte, mereciendo incluso elogios y distinciones de diversas sociedades geográficas y geológicas.

Anotación surgida tras la consulta de una obra de belleza excepcional:
Los grandes naturalistas. Editada por Robert Huxley, Ariel 2007.