1910 ¿El primer reactor de la historia?

Apasionante es la historia que hay tras el desarrollo la los aviones a reacción o jets. En general, se trata de hechos bastante estudiados y repetidos, por lo que existe acuerdo general en que el primer avión a reacción voló en 1939. Ciertamente, el alemán Heinkel He 178 voló por entonces, aunque en Gran Bretaña el ingeniero Frank Whittle ya llevaba años dando forma a un ingenio similar, si bien no pudo adelantarse a los alemanes por falta de recursos. Claro, hablo de turborreactores, así que la historia de los jets comienza ahí… ¿o no? Como en toda cronología, suelen existir flecos.

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Mucho tiempo antes, en 1910, voló un aparato extraño que podría considerarse el primer jet de la historia, aunque no estaba animado por un turborreactor. El vuelo no fue muy exitoso, de hecho, terminó de forma accidentada su única aventura, pero no por ello merece ser olvidado. Ideado por el ingeniero rumano Henri Coandă, se trataba de un termorreactor, algo así como un híbrido extraño, sin hélice, que portaba un motor convencional de explosión, con cuatro cilindros en línea, refrigerado por agua que accionaba un compresor de aire. El flujo de aire comprimido pasaba posteriormente a dos cámaras de combustión, donde se quemaba combustible, generándose así gases de escape con alta presión. La idea es ingeniosa y, para sorpresa de quienes contemplaron el único vuelo del aparato, tremendamente efectiva, tanto que el accidente se produjo por un exceso de potencia, que sorprendió al piloto, el propio Coandă, y sobrepasó las capacidades de la estructura del fuselaje, haciendo que se elevara durante lo que, se suponía, no iba a ser más que una sencilla prueba de propulsión. Sea como fuere, debiera concederse a este avión un espacio entre los primeros reactores de la historia, aunque no tuviera mucha suerte ni su creador continuara desarrollando la idea.

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Quiero agradecer a Franciso que me refrescara la memoria acerca de este intrigante «cacharro» hace unos días. 😉