Buscando las Fuentes Tamáricas

Versión web «enriquecida» del artículo que publiqué en Revista de Arqueología del Siglo XXI, Año XXIII – Nº 266, Junio de 2003.

En Occidente casi toda Hispania estaba pacificada, excepto la que baña al Océano Citerior y toca a las montañas del extremo del Pirineo. Aquí se agitaban dos pueblos muy fuertes, aún no sometidos, los Cántabros y los Astures. Los Cántabros fueron los primeros, los más duros y pertinaces en la guerra, quienes, no contentos con defender su propia libertad, pretendían dominar también a sus vecinos y vejaban a los Vacceos, Turmogos y Autrigones con incursiones frecuentes.

Osorio

De Cántabros y Romanos

Ciertamente a los romanos les costó bastante trabajo el dominar la porción noroccidental de la Península Ibérica. La romanización nunca llegó a ser del todo efectiva, pues los rudos pueblos habitantes de las montañas de la Cordillera Cantábrica, no se adaptaron a las nuevas imposiciones romanas. Los historiadores de la antigüedad nos muestran a Cántabros y Astures como pueblos sencillos y pobres, primitivos a su vista, incivilizados en sus costumbres. Roma admiraba, y temía, su coraje y su fuerza, pero no por ello dejó de tratar a aquellas gentes como a animales. Naturalmente, la visión que nos ha llegado de aquellas tribus montañesas está muy tamizada por el punto de vista “superior” de los romanos. Para Estrabón, el comportamiento de los Cántabros era digno de observación, aunque sus comentarios guardan cierto desprecio por tan “primitivo” pueblo:

…en dos tiempos al año se alimentan de bellota, secándola, moliéndola y haciendo pan de la harina. Hacen bebida de la cebada, tienen poco vino, y el que llega lo consumen en convites con los parientes. Usan manteca en lugar de aceite. Cenan sentados en asientos dispuestos a este fin en las paredes. Mientras se sirve la bebida, bailan al son de la gaita y de la flauta. Se visten casi todos de negro, con sayos, envueltos en los cuales se acuestan. Tienen vasos de cera, como los celtas, y las mujeres usan vestidos floreados o de color rosa. En lugar de dinero, cambian una cosa por otra, o cortan algo de una lámina de plata. Contraen matrimonio a la manera de los griegos y a los enfermos los sacan al público, como los egipcios, para que reciban el consejo de los que hayan sanado antes de semejante enfermedad. Hasta el tiempo de Bruto usaban barcas de cuero; ahora ya tienen algunas de troncos de árboles…


En la guerra, los Cántabros no se rendían ante nada. Otros pueblos más sumisos, ante el poderío militar y organizativo romano, no dudaron en someterse. Los Cántabros resistieron durante muchos años al invasor, tiempo en el que se desarrollaron las Guerras Cántabras, 29 – 19 a.d.C. – cuando el resto de la Península ya se encontraba pacificada y en plena fase de romanización. Como prueba definitiva de su ardor guerrero se puede contar cómo los Cántabros, junto con los Astures, formaron parte de la vanguardia del ejército de Anibal en su asalto a Italia. Como último reducto indomable, en unas montañas lejanas, la rebelión cántabra era vista en Roma como un reto inaceptable a su infinito poder. La situación era tan desesperada, que el mismísimo Octavio Augusto vino personalmente en el 27 a.d.C. a dirigir sus legiones. Pero las cosas no fueron fáciles, la resistencia puesta por los cántabros, desde sus posiciones privilegiadas en las alturas, hicieron que el primer emperador de Roma se retirara a su palacio tarraconense, posiblemente víctima de una depresión. Finalmente, pocos años después, los cántabros fueron derrotados. La máquina de guerra imperial había vencido, aunque las pérdidas romanas fueron terribles.

Olvidadas en el tiempo

La zona de influencia de los Cántabros se extendía desde las cercanías del actual Bilbao hasta el asturiano Río Sella, frontera con los Astures. Tierra adentro, sus tierras abarcaron gran parte del noreste leonés, la Montaña Palentina, el Norte de Burgos y la totalidad de la Comunidad autónoma Cántabra. Los límites de la patria de los Cántabros son muy difusos, llegando a adentrarse mucho en la Meseta Castellana. El territorio cántabro se hallaba a su vez dividido en pequeñas regiones, como Vellica o Moreca al oeste. En el suroeste reinaban los cántabros tamáricos, de la región de Tamárica o Camárica. Esta zona se localiza entre el noroeste palentino y el noreste leonés. Son muy pocas las cosas conocidas de este lugar y época, pues los historiadores romanos se negaron a transcribir las ricas leyendas, tradiciones y topónimos cántabros, escudados muchas veces en lo cacofónico que les resultaba el idioma hablado por aquellas gentes. La capital de la Tamárica es un lugar nunca encontrado, pero que se suele asociar al valle del Carrión, entre la Villa de Guardo y Velilla del Río Carrión, en la porción occidental de la Montaña Palentina. Era precisamente al norte de la Tamárica, donde Plinio el Viejo nos relató un fenómeno natural muy curioso:

Las Fuentes Tamáricas en Cantabria sirven de augurio. Son tres, a la distancia de ocho pies. Se juntan en un solo lecho, llevando cada una gran caudal. Suelen estar en seco durante doce días y, a veces, hasta veinte, sin dejar ninguna señal de agua, mientras que otra fuente contigua sigue manando sin interrupción y en abundancia. Es de mal agüero intentar verlas cuando no corren, como le sucedió poco ha al legado Larcio Licinio, quien, después de su pretura, fue a verlas cuando no corrían, y murió a los siete días.

Velilla del Río Carrión
Imagen: alpoma. | Ermita de San Juan y, a la derecha, las Fuentes Tamáricas.
(Pinchar en la imagen para ampliaciones.)

Durante muchos siglos, después del Imperio, se buscó la localización de estas fuentes, sin lograr nunca un resultado positivo. Hubo que esperar al siglo XVIII, momento en el que entra en escena en erudito P. Enrique Flórez, quien las situó a doce leguas al oriente de León, al lado de la Ermita de San Juan de las Fuente Divinas, Velilla del Río Carrión. En época de Flórez, no quedaba más resto que un arco semienterrado en la tierra, presumiblemente de origen romano, y una serie de surgencias de agua a modo de fuentes. Las Fuentes Tamáricas se intentaron localizar en multitud de lugares, desde La Rioja a Vitoria, pasando por Asturias y León. Pero no hay ninguna otra fuente en el norte de España que coincida con el extraño comportamiento descrito por Plinio el Viejo. Flórez lo explicó muy bien en su Disertación sobre La Cantabria:

Lo maravilloso de la Tamárica es que suele manar y secarse seis o siete veces en una hora, y casi innumerables veces al día, sucediendo también el correr sin cesar quince días o un mes, y luego quedar seca por otro tanto espacio, y aún más, sin dejar, cuando se seca, el menor indicio de agua, como refiere Plinio. Fórmase de ella una laguna, en que me dijo haberse bañado un anciano que entre otros me informó de la situación, y una vez al acabar de beber, vio repentinamente quedar la fuente sin indicio de agua. Esta laguna corresponde a la expresión de Plinio: In unum alveum coeunt; y por tanto nos aseguramos que habla de esta fuente, y que el sitio es dentro de la Cantabria, al Sudoeste de Reinosa y del nacimiento del Ebro. Por eso alargamos la Cantabria desde la costa de Santander al Mediodía, llegando y abrazando las cuestas de Aguilar de Campoo y Norte de Saldaña, en que está la referida fuente.

El sorprendente comportamiento de estas fuentes continúa inalterado hoy día. Naturalmente, ya casi nadie cree en malos augurios, así que nadie tema de ver las fuentes, por primera vez, sin agua. Otro fenómeno curioso es el sordo sonido que acompaña a veces la brusca aparición y desaparición de las aguas. En Velilla del Río Carrión nadie conoce estas fuentes como Tamáricas, aunque hay una placa en sus cercanías que nos recuerda esa identificación, sino que su nombre popular es el de La Reana.

Estudios arqueológicos

La Reana fue declarada monumento histórico nacional el 9 de mayo de 1961. Comenzaron entonces los únicos estudios arqueológicos serios realizados en la zona. Durante los veranos de 1960 y 1961, se realizaron trabajos de excavación promovidos por el Instituto de Arqueología y dirigidos por el Profesor García Bellido. Las conclusiones del estudio muestran total conformidad con la identificación, dada doscientos años antes, por Flórez. El carácter casi mágico de esas aguas se ha mantenido en la cultura popular durante milenios, como bien dice el propio García Bellido:

Permanece en pie todo el valor histórico vinculado a aquella fuente desde que Plinio describió el fenómeno de la intermitencia y se hizo eco, al recoger la leyenda, de su carácter augural, del ambiente religioso existente en torno a la popular Reana desde tiempos prerromanos y que ha subsistido hasta hoy en la vecina ermita de San Juan de las Aguas Divinas.

Los únicos vestigios arqueologícos del lugar, anteriores a estas excavaciones eran, un ara romana y una inscripción funeraria, además de los cercanos restos de dos acueductos para la minería del oro, conocidos hoy como Camino de los moros y Camino Griego, esculpidos por los menesterosos romanos en la roca de las montañas cercanas. Las fuentes y la ermita cercana se encuentran en la entrada sur de Velilla, en un amplio prado del paraje conocido como La Serna, vigiladas de cerca por las dos inmensas moles pétreas de Peña Mayor y Peña Lugar. Los arqueólogos se encontraron con una especie de estanque, cuyas obras datan de 1935, basado en viejos sillares sumergidos bajo las aguas y los materiales aluviales acumulados por el tiempo, por donde surgen las aguas en medio de grandes burbujas. Se veía también el arco de sillería semienterrado, y los restos de otros dos aparecieron en la posterior excavación. Cuando los trabajos de investigación finalizaron, se construyeron dos pequeños arcos nuevos, para acompañar al añejo, para dar una mejor impresión del conjunto a los visitantes. Los tres arcos originales, hoy casi a nivel del suelo, fueron en tiempos del Imperio los soportes de una cubierta a dos vertientes, con probabilidad de madera, que convertían al conjunto en un recinto cerrado para los baños de inmersión, lavadero y augurio. La reconstrucción ideal es muy similar, curiosamente, a la imagen de una fuente salutífera consagrada a la Nimpha Umeritana, que se puede ver en la famosa pátera argéntea descubierta en el siglo XIX en las cercanías de Otañes, Cantabria. Hay algún estudioso local que ha sugerido la pertenencia de las fuentes a unas termas asociadas a una palestra o campo atlético de la explanada. No hay pruebas de ello. El conjunto pudo muy bien ser un templo dedicado a alguna deidad de las aguas, donde se proclamaban predicciones basándose en el irregular ciclo de las aguas. Los resultados materiales de las excavaciones fueron muy escasos. Restos de cerámica medieval de tradición local, puntas de flecha ahuecada, una estela hispano-romana y varias monedas acuñadas en la época del Emperador Tiberio.

Misterio hidrológico

Las aguas de La Reana son de buena calidad, frescas en verano y templadas en invierno, por lo que su temperatura es constante y sugiere una procedencia a regular profundidad. No se puede decir que sean aguas medicinales, pues su composición no se aleja en demasía de las de otros manantiales cercanos. De todas formas, según Don Demetrio Ramos, el filtrado de las aguas por la roca caliza de Peña Lugar, hace que contengan pequeñas cantidades de compuestos de azufre, no presentes en otras surgencias aledañas. Dicen, desde muy antiguo, que esas aguas son apropiadas para tratar trastornos de la piel y los ojos. Hay en el lugar, viejas historias sobre gentes que dijeron mejorar de sus males tras una inmersión en las aguas de las Fuentes Tamáricas. Son leyendas que vienen de la tradición, ya perdida, del baño ritual poco antes de la salida del sol en la romería celebrada el día de San Juan, de ahí el encomendar el lugar a ese santo y su relación con los misterios del bautismo, aunque de seguro, tradiciones similares se remontarían a época prerromana. El comportamiento de manantiales y otras corrientes de agua suele variar mucho con el paso de los siglos. Por esto, muchas de las referencias de Plinio el Viejo y otros geógrafos de la antigüedad no han sido localizadas, pues posiblemente ya hayan desaparecido para siempre. Con las Fuentes Tamáricas no sucede eso, su misterioso régimen de aguas se ha mantenido imperturbable durante milenios. Describir el comportamiento de las fuentes es imposible, nunca se ha encontrado una regularidad o un ciclo cuantificable, es totalmente imprevisible y sin conexión con cualquier otro curso de agua cercano, solamente parece existir una leve conexión con el régimen de lluvias y nieves del año anterior. De todas formas, sería necesario un estudio estadístico serio para lograr encontrar un ciclo, por caótico que fuera, pero hasta la fecha nunca se ha realizado investigación alguna de ese tipo, solo meros estudios superficiales. El estudio sería muy complejo, pues se deberían anotar observaciones detalladas durante varios años y luego correlacionarlas con los datos climatológicos de la zona. Cuando finaliza el periodo de sequía en el manantial, que no coincide necesariamente con los de fuentes cercanas, fluyen aguas turbias y abundantes, que llenan por completo el recinto, para luego vaciarse rápidamente, en un mismo día. Es asombrosa la rapidez con que se llenan y después se vacían las fuentes. A veces, surge tanta agua, que rebosa el estanque, para en pocos minutos secarse por completo y no mostrar signos de la anterior crecida, pues el lecho rocoso queda seco por completo. El ruido sordo, como de una tormenta, que proviene del subsuelo anuncia la llegada de las aguas minutos antes de que se comiencen a ver. Esto, sin duda, sorprendió y atemorizó a los antiguos. ¿Existe una explicación a este misterioso fenómeno natural? No hay unanimidad, pero se puede concluir que las Fuentes Tamáricas pertenecen al tipo de manantial intermitente vauclusiano, eso sí, con una personalidad muy propia, alejada de lo común. El agua procedería de un depósito sobre el nivel de las fuentes, enclavado en el interior de las montañas calizas. Un canal subterráneo iría del depósito a las fuentes, formando un sifón en alguno de sus puntos. Al variar el nivel del depósito, por aguas de deshielo o torrentes, se descargaría agua en el sifón, o no, dependiendo de la cantidad de agua del depósito. Para explicar la rapidez de las surgencias y sequías, García Bellido aludió a la presencia hipotética de otro canal vertical de descarga. Plinio hablaba de una fuente de flujo constante muy cercana, hoy desaparecida, que podría haberse alimentado de la misma cisterna, pero sin pasar por el sifón. El milenario fenómeno natural de las Fuentes de Tamaria puede ser observado por cualquiera que desee visitarlo, disfrutando a la vez de las maravillas de la Montaña Palentina, y sin ningún temor por verlas secas en la primera visita.

Bibliografía

  • Estrabón. Geographia, libro III, Hispania, c. VIII, p. 107.
  • Plinio el Viejo. Historia Natural, XXXI, 3.
  • P. E. Flórez. La Cantabria, p. 4-5. Citado por Quirino Fernández en El Señorío de Guardo. Dip. Prov. De Palencia. 1974.
  • García Bellido – Augusto Fernández de Avilés. Fuentes Tamáricas. PITTME 23. (PDF). 1963.