Momentos musicales

imgRevisando la diaria acumulación de feeds, una referencia musical ha logrado encadenar en mi cabeza varios recuerdos aparentemente inconexos que comparten el mismo espíritu, la búsqueda de la musicalidad en ámbitos impensables o, por lo menos, extraños.

Todo comenzó con el número pi, en concreto con un experimento que convierte en secuencia musical, con diversas tonalidades, los primeros 10.000 dígitos de pi. Mientras escuchaba el caótico pero, a la vez, atractivo resultado, recordé la música de las esferas, la arcaica idea por la que se pensaba que los cuerpos celestes generaban en su circular por el éter sonidos que, al combinarse, creaban una especie de sinfonía universal. La cuestión venía ya de los pitagóricos y logró gran predicamento, siendo estudiada por sabios de la talla de Kepler. Como una idea lleva a otra, caí en la cuenta de que recientemente me había cruzado con un mapa especial –harmonious world beat 1–, toda una rareza que pretende alcanzar algo así como una melodía de nuestro mundo.

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Escuchado la interpretación musical de esta mapa-partitura, el fantasma de Athanasius Kircher me visitó. Algo lógico porque, ¿qué obra gráfica relacionada con la música y el sonido puede considerarse como la más extravagante? Para mí, no hay duda que se trata de Musurgia Universalis, libro ilustrado en el que el jesuita del siglo XVII deja volar su imaginación enciclopédica para mezclar realidad y ficción plasmando instrumentos de su época, máquinas fantásticas capaces de interpretar músicas celestiales, partituras con melodías animalescas y cualquier otra divagación musical imaginable.

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Imagen: Una de las invenciones sonoras de Kircher procedente de su Musurgia Universalis.

Y, como final adecuado para esta serie de ideas encadenadas sin ton ni son, empecé a tararear la antiquísima melodía del dies irae, himno latino que, se supone, nació allá por el siglo XIII, en el que se describe el día del juicio final. Algo tendrá esta colección ordenada de sonidos en el tiempo que ha servido de inspiración a compositores de todos los tiempos, y ha sido incorporada a muchas obras. Visítese, por ejemplo, la onírica, por no decir narcótica, Sinfonía Fantástica de Berlioz o la vibrante Rapsodia sobre un tema de Paganini, de Rachmaninov, dos de las obras, entre la multitud, que mejor han sabido alimentarse de tan impresionante secuencia musical. Ahora, hágase el silencio, al menos durante un rato.

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1 Obra original de James Plakovic, autor de «esculturas musicales bidimensionales».