El Libro Universal

MundaneumNo sabría decir si eran ratones de biblioteca, pero probablemente algo de eso tenían. Conste que lo escribo con sentimiento de admiración, a fin de cuentas uno también se considera un poco ratoncillo de biblioteca y archivo. Volvamos la mirada a principios del siglo XX y fijemos la vista en dos inquietos personajes. Por una parte, veamos qué está haciendo Paul Otlet. Sí, ahí está, escrutando un montón de anotaciones, fichas y libros. Este belga inquieto y apasionado del papel impreso es considerado hoy día como el fundador de la Bibliografía y la Documentación científicas. Era abogado, pero su mayor logro no tiene nada que ver con el derecho, aunque de él también se ha valido. Fundó el Instituto Internacional de Bibliografía, el Repertorio Bibliográfico Universal y, por supuesto, dio vida a su obra maestra, la Clasificación Decimal Universal, la conocidísima CDU (UDC en siglas inglesas).

La CDU, que nada tiene que ver con la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, aunque compartan siglas, era un intento de poner orden en el secular caos de las clasificaciones bibliográficas y tuvo tanto éxito que todavía es utilizado en gran número de bibliotecas. En el nacimiento de tan excelsa clasificación Otlet contó con un socio singular, Henri La Fontaine. Se trataba de un tipo que también estaba metido en asuntos jurídicos y, además, tenía querencia por la política. También era belga y llegó a ser uno de los expertos en derecho internacional más afamados de su época. Por sus esfuerzos a la hora de que alemanes y franceses se llevaran bien, como niños buenos, logró el Premio Nobel de la Paz de 1913. Lástima que al año siguiente los dos «niños» empezaran a darse de tortas, con el consiguiente drama al que más tarde llamaron Gran Guerra. Pacifista, político, letrado y, claro, también ratón de biblioteca que deseaba tener al alcance de la mano una compilación ordenada de todo el saber humano.

¿Cómo lograr tal fin? La cosa no era nada sencilla. No tenían ordenadores ni nada parecido, pero Otlet y La Fontaine idearon una especie de primitiva red de vinculación de documentos que, salvando las distancias, se parecía a la World Wide Web y sus hipervínculos, salvo que en vez de movilizarse electrones aquí lo que se movían eran fichas de papel. Así nació, en 1910, el Instituto de Documentación Mundaneum, inicialmente localizado en Bruselas. ¿Qué se podía encontrar un visitante que recorriera tal lugar? Se encontraría, nada más y nada menos, que con aquello que Otlet llamaba el Libro Universal, una numerosa serie de estancias en las que, ordenadamente y con gran minuciosidad, en estanterías y archivadores, eran colocadas gran cantidad de tarjetas que recogían información bibliográfica de todo el planeta siguiendo la CDU. En total, las crónicas cuentan que aquella red de conocimiento llegó a compilar más de doce millones de tarjetas. Un esfuerzo brutal que, como suele suceder, no sirvió de mucho porque los nazis se encargaron destruir tan monumental recopilación, aunque ya los políticos locales se habían encargado de ir minando poco a poco la iniciativa durante años.

Más info: Mundaneum, the Index Card Internet (Cómo no, en anotación de los amigos Kircherianos).