Los pretendientes del primer estampido sónico

En la historia de la tecnología se repiten muy a menudo esos emocionantes momentos en los que, precisamente por el avance de una técnica determinada, aparecen muchos afortunados capaces de lograr algo excepcional, aunque sólo uno de ellos puede llevarse la gloria. Con el primer avión que superó la barrera del sonido sucede eso, demasiados pretendientes y sólo un aventurero reconocido oficialmente. A lo largo de los años cuarenta la tecnología maduró lo bastante como para alumbrar los primeros aviones a reacción, un camino que no tardaría en llevar a un ser humano más allá de la barrera del sonido.

Oficialmente corresponde a Chuck Yeager el honor de haberse convertido en la primera persona en volar más rápido que el sonido. El osado Chuck, que actualmente cuenta con 88 años de edad, entró en la historia de la aviación el 14 de octubre de 1947. La mejor forma de imaginar la situación es volviendo a ver Elegidos para la gloria (The Right Stuff, 1983) una película que retrata bastante bien la aventura de Yeager. No voy a entrar en detalles, porque sobre ello se ha escrito hasta el aburrimiento, pero no está de más recordar que oficialmente aquel día fue la primera vez que un avión superó la barrera del sonido. Claro que, llamar avión al X-1 que pilotó Yeager es simplificar demasiado. En realidad podría decirse que era un misil cohete (o, mejor dicho, es un misil, porque el aparato todavía existe y puede contemplarse en el Smithsonian) con un hombre dentro y había que tener narices, por no decir otra cosa, para decidir pilotar un monstruo así. Y no, la exageración aquí no tiene cabida porque aunque a lo largo de muchos años superó todo tipo de marcas y, además, voló en combate superando peligros sorprendentes, fue aquel día de 1947 cuando demostró que poseía lo que un buen piloto de pruebas debe tener.

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Yeager posa ante el Bell X-1. Seguramente esta imagen traerá recuerdos a muchos, porque forma parte de la filmación histórica que fue empleada para ilustrar la apertura de los episodios de Star Trek Enterprise, junto con otras aventuras célebres como los vuelos de Amelia Earhart, Charles Lindbergh, los Apolo o la ISS. El X-1 aparece dos veces en esa «intro», una en vuelo y otra con Yeager, en tierra. (Modo «friki» off… 😉 ).

Cuando otros se volvieron atrás, o pidieron sumas de dinero astronómicas por volar en aquella cosa que a duras penas se podía manejar, la obstinación de Yeager le llevó a romper en medio de un estampido la mítica barrera del sonido sin que casi nadie supiera que apenas si podía mantenerse erguido. Siendo piloto de la NACA, la antecesora de la NASA, probó y mejoró los sistemas de vuelo de alta velocidad con cohetes y realmente sentía que su destino se hallaba en romper la gran barrera. Pero he aquí que Chuck siempre ha sido un obstinado cabezota y, antes de volar en el vientre del cohete a casi 14.000 metros de altitud para convertirse en una celebridad cometió una imprudencia que a punto estuvo de hacerle abandonar su sueño. Apenas dos días antes Yeager había sufrido una caída cuando montaba a caballo y sufrió diversas fracturas. Con las costillas muy dañadas, y con el dolor que eso supone (quienes se han roto alguna vez una costilla saben de lo que hablo y no creo que puedan recomendar semejante suplicio ni a su más odiado enemigo) se presentó Chuck a la gran prueba. Ayudado por una especie de arnés o faja improvisada que un amigo le proporcionó, el piloto penetró en la angosta cabina del Glamorous Glennis, el X-1 bautizado así en honor a su mujer, casi sin poder mover el brazo derecho. Desde luego, sus superiores no tenían ni idea de que iba a pilotar la nave con terribles dolores y dos costillas rotas porque, por supuesto, no le hubieran dejado ni acercarse al B-29 que ejercía las funciones de avión nodriza. Por fortuna, todo salió bien, y Chuck Yeager se convirtió en el primer ser humano en superar la barrera del sonido… ¿o no fue así? Vale, el dato oficial es ese, pero hubo otros pilotos que reclamaron ser protagonistas de la misma hazaña aunque, por desgracia para ellos, lo hicieron en condiciones que impedían la verificación del logro. Recordemos brevemente esos casos, mencionando a sus protagonistas y a las máquinas que pilotaban.


Vídeo que reconstruye con gran acierto el vuelo de Yeager en la película The Right Stuff. Aunque sean ocho minutos, recomiendo verlo, merece la pena y, además, creo recordar que la voz de presentación es la del propio Yeager.

Se cuentan muchas historias acerca de pilotos que, en vuelo picado sobre todo, se acercaron peligrosamente al límite posible de rendimiento de sus aviones. Puede que alguno de ellos superara la velocidad del sonido, entra dentro de lo posible, pero ninguno sobrevivió para contarlo. Sucedió sobre todo en combate, sin tratarse de un intento premeditado o estudiado, en medio de situaciones desesperadas en los cielos de Europa, cuando los novísimos reactores y aviones cohete de la Luftwaffe trataban de frenar los ataques aliados. Ningún avión de la época contaba con un diseño adecuado para superar la barrera del sonido, es más, ni siquiera el X-1 era un avión «completo», sino más bien un proyectil cohete con cierto margen de maniobra. La bombas volantes V-2 habían demostrado que, desde el punto de vista físico, una nave podía superar sin problemas la barrera pero, ¿podría un humano sobrevivir en una experiencia similar? Aunque muchos lo dudaban, Yeager demostró que era algo completamente factible. Eso sí, tiempo antes, en Alemania, posiblemente alguien logró sentir lo mismo que Chuck, solo que la historia no recuerda su nombre con letras doradas.

Ningún avión a hélice podía acercarse siquiera a la barrera, pero en Alemania se vieron, sobre todo hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, ciertos aparatos que, al menos en teoría, podrían haber osado reclamar el protagonismo de esta aventura. El genial diseñador Alexander Lippisch, que ya visitó TecOb hace tiempo, dio vida a una de aquellas asombrosas máquinas. Se trataba del singular Messerschmitt Me-163 Komet, un planeador impulsado por… ¡cohetes! Al igual que sucedió con Yeager, había que ser un temerario para querer volar con uno de aquellos ingenios volantes.

En teoría, un Komet no podía superar la barrera del sonido, pero forzando al máximo la nave posiblemente pudiera pensarse en algo muy diferente. Yeager siempre será recordado como el héroe de esta aventura, pero posiblemente deba compartir el mérito con un compañero piloto de pruebas que, el 6 de julio de 1944, pareció superar lo imposible. Claro, era alemán y su prototipo era un arma secreta así que mucha publicidad no tuvo, por lo que hubo de esperar décadas a que los datos de su arriesgado vuelo fueran conocidos. Aquel día, Heini Dittmar, a los mandos de un avión cohete Komet logró superar, según los instrumentos que monitorizaron el experimento, los 1130 kilómetros por hora de velocidad pero, ¿puede ser considerado como el primer hombre en superar la barrera del sonido? (1224 km/h a nivel del mar, téngase en cuenta que la cifra cambia con la altitud). Su aventura fue olvidada, como también sucedió con el caso de decenas de pilotos de prueba que lo intentaron y murieron en el intento.


Vídeo documental sobre el avión cohete Me-163 y sus pilotos de pruebas: la célebre Hanna Reitsch y Heini Dittmar.

Sin embargo, el caso de Dittmar no fue único, pues otro piloto alemán dijo también haber roto la barrera. En este caso la afirmación se quedó en eso, en simples palabras, porque no se pudo confirmar. Sucedió el 9 de abril de 1945, cuando Hans Guido Mutke, piloto de combate de la Luftwaffe volaba en una misión a los mandos de un novísimo reactor Me-262. Siempre se ha dicho que aquel avión no podía superar la barrera del sonido, no tanto porque sus dos reactores no fueran capaces de tal hazaña en vuelo picado, sino porque el diseño del aparato no podía resistir las fuerzas que vive una nave cuando se acerca a velocidades tan altas. Sin embargo, Mutke afirmó que, volando a más de 12.000 metros de altitud, forzó su máquina al máximo y descendió como el rayo para ayudar a un compañero de escuadrilla que estaba siendo atacado por un P-51 Mustang americano. Lo que sucedió entonces queda para la leyenda, el avión reaccionó como un monstruo enfadado, los dos reactores llegaron al límite de su rendimiento y comenzaron a lanzar llamaradas, poco faltó para que las alas saltaran de sus anclajes y, la aguja del indicador de velodidad, quedó clavada en el límite de su escala. Repentinamente, como si hubiera penetrado en otro mundo, lo que era un infierno se convirtió en calma, el avión parecía haber entrado en otro universo o, al menos, el piloto así lo afirmó. Tras reducir la velocidad y volver a sufrir nueva mente grandes vibraciones, pudo finalmente regresar a su base, eso sí, con bastantes remaches menos de los que el avión tenía en su partida. No se sabe si Mutke logró superar la barrera, pero su descripción de la aventura concuerda con lo que Yeager vivió a bordo del X-1 pues, cuando pudo finalmente romper la barrera del sonido, su nave pasó de ser como un caballo enloquecido a convertirse prácticamente en una alfombra voladora. Superada la barrera, las vibraciones desaparecían.

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Me-262, fuente: Wikimedia Commons.

Finalmente, para completar este pequeño repaso, cabe recordar que otro piloto reclamó para sí el mismo mérito, solo que, como en el resto de los casos, nunca ha sido reconocido oficialmente porque los instrumentos de medida empleados en su aventura no eran adecuados. Queda pues la marca de Yeager a salvo, pero no por ello hay que olvidarse de este otro pretendiente del estampido sónico, George Welch, piloto estadounidense que protagonizó dos vuelos extraordinarios a los mandos de un avión que marcó una época, el F-86 Sabre. En concreto, el avión pilotado por Welch era una versión experimental, XP-86, que dos semanas antes del vuelo de Yeager y, en otro vuelo apenas media hora antes de que el X-1 hiciera historia, «superó» la barrera del sonido. En aquellas dos ocasiones, siempre según Welch, la nave voló en picado y con su turboreactor al máximo, logrando romper la dichosa barrera. El problema está en que nadie le hizo caso. Veamos, Welch no contaba con permiso para forzar tanto su aparato y, para colmo, el X-1 era su vecino en la base californiana de Muroc, que con el tiempo pasó a llamarse Base Edwards. Cuentan las malas lenguas que Welch «apostó» que podía superar a Yeager y su cohete, que podría romper la barrera antes que el X-1 y, en su opinió, logró hacerlo en las dos ocasiones mencionadas. Luego, siempre según esa «teoría», fue silenciado porque, a fin de cuentas, no se podía hacer público que un avión de combate, por muy experimental que fuera, hubiera conseguido derrotar al carísimo cohete X-1 en su propia casa. Se trata sólo de especulaciones que no van más allá, porque nunca hubo pruebas de que Welch pudiera conseguir su sueño por lo que, apenas media hora después de su último intento, fue Yeager quien hizo resonar los cielos a los mandos de un feo proyectil de metal anaranjado con nombre de mujer.

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Un Sabre F-86, fuente: Wikimedia Commons.

Algunos detalles adicionales: En primer lugar quiero agradecer a @JoseM_SGP cierta pista que me ayudó a elaborar este artículo. Y, para terminar, una cosilla que pueden resultar interesante para apasionados de este tipo de historias. 😉 En Spotify puede disfrutarse de la banda sonora, obra de Bill Conti, de la película The Right Stuff (comienza a partir del corte 8, precisamente titulado «Rompiendo la barrera del sonido», pues el resto del disco está ocupado por la, también magnífica, banda sonora de Norte y Sur.)