Almacén 13

En los instantes finales de Indiana Jones, en busca del arca perdida, aparece un lugar que ha sembrado la imaginación de muchos durante años. Allí, en un ignoto almacén de gigantesco tamaño, fue a parar el arca, junto con miles de misteriosas cajas que, a buen seguro, contendrían maravillas similares puestas a buen recaudo. La escena me encanta, cómo no, y parece que gustó igualmente e los guionistas de Almacén 13, pues nadie duda que les ha servido de inspiración. Ahora que estoy viendo el último de los capítulos emitido en Estados Unidos, con la segunda temporada bastante avanzada, creo que ha llegado el momento de redactar esta pequeña nota. Sí, el almacén donde dormitaba el arca era genial, así pues: ¿por qué no explotar la idea? Lo han hecho y, para mi gusto, muy bien. Creo que en España han empezado a emitir la serie a través de Neox, pero no me hagáis mucho caso porque tengo la televisión de adorno y casi no hago caso a lo que emiten. Reconozco que me «tragué» la primera temporada de Almacén 13 prácticamente de golpe, en pocas noches consecutivas, después de descargar todos los episodios.

Al principio no pensé que tuviera mucho interés, a fin de cuentas después del final de la segunda temporada de Fringe y con la espera por ver cómo se completa la primera de Caprica, o cómo salen del lío en Stargate Universe, poco había por ahí que me llamara mi atención en cuanto a series de ficción. Almacén 13 lo hizo porque, ¡narices, el protagonista es el propio almacén! Y así lo venden en la Syfy. Miedo me daba, porque uno está ya un tanto hasta las narices del toque místico-filosófico con gusto a lo Expediente X, que incluso llegó a «contaminar» demasiado Battlestar Galactica, serie que por otra parte es una de las cimas del género. Pero no, Almacén 13 es otra cosa y, precisamente por eso, me encanta. No voy a explicar apenas nada de la trama, no merece la pena, lo mejor es verlo y disfrutarlo, o bien decidir que no es del gusto propio. En mi caso sí lo es porque… ¿acaso habrá que decirlo? Veamos: tenemos a dos agentes del Servicio Secreto que están como verdaderas cabras, son un poco payasos. Luego, un almacén gigantesco lleno de misteriosos objetos y muchos otros que habrá de ir recogiendo la pareja por ahí, peligrosos inventos o reliquias capaces de volverle a uno loco o de hacer que te vuelvas invisible, por ejemplo. Ahí está el encargado del almacén, singular donde los haya, al igual que los misteriosos «regentes» que lo controlan, una hacker que también está como una regadera y algún que otro personajillo más. Y se acabó, se detecta un objeto, se captura y asunto terminado.

¿Y tanto rollo para eso? Pues sí, porque no te venden ninguna idea mesiánica rara, ni hay filosofía por el medio, ni tan siquiera algo medianamente trascendente. Nada de nada, sólo diversión, porque incluso los misteriosos personajes que parecen mover los hilos son más bien de cartón piedra que otra cosa. Lo bueno son los objetos, las bromas, las citas y las referencias. ¡Puro steampunk! ¿Por qué me encanta? Lo repito, porque los guionistas han tomado cientos de iconos y personajes de la cultura del siglo XX, sobre todo, y los han introducido en su juego. El almacén fue creado por Edison, Tesla y Escher, los protagonistas emplean comunicadores ideados por Philo Farnsworth, también aparece mencionado H. G. Wells de forma muy especial. Todos ellos visitantes asiduos de TecOb y… ¡bingo! He ahí la gracia de la serie. Es como si hubieran tomado toda la tecnomitología steampunk-geek y, tras pasarla por una batidora, hubieran creado una gamberrada singular. No es más que eso, y por ello es sublime. Por otra parte he de avisar que no considero que pueda encuadrarse dentro del género de ciencia ficción, más bien habrá que emparentarlo con la fantasía porque, si bien tenemos artilugios de todo tipo, no se explica, ni de lejos, cómo se generan los extraños efectos que causan los objetos, no hay ninguna teoría detrás, ¡ni falta que hace! Para no alargar más el rollo: atraerá a quien guste de lo steampunk, el cacharreo y la tecnología añeja con muchos toques de cachondeo y, cómo no, para quienes gusten de buscar referencias historico-geeks cada dos por tres entre los fotogramas. (Ejemplo: ¡hasta se pasa por el almacén Douglas Fargo, de Eureka! Las cosas quedan en casa de SyFy, cómo no. ¿Para cuándo alguna referencia cruzada con la genial Torchwood?). 😉