Curiosidad a la luz de las velas

"El alquimista descubriendo el fósforo", o "El alquimista en busca de la piedra filosofal", obra de Joseph Wright, 1771.

Joseph Wright de Derby concibió dos obras que me asombran desde que era pequeño. Cierto es que este pintor, que alumbró con sus juegos de luces y sombras las estampas del comienzo de la revolución industrial en Inglaterra, presentaba ciertos problemas técnicos en algunas de sus obras (o eso dicen los muy puristas de la pintura), pero eso nunca me ha importado lo más mínimo. Veamos, recuerdo que, cuando era niño, en uno de los volúmenes de una enciclopedia de Historia Universal, en concreto el dedicado a la Europa del siglo XVIII, aparecían a todo color, aunque un poco pequeñas, estas dos obras que hoy me ocupan. Con el tiempo pude tener dos láminas de ellas con el tamaño adecuado, pero la fascinación no hizo más que crecer al contemplarlas, pues los detalles y el juego de luces queda realmente impresionante cuando lo ves en grande.

Veamos, lo que me impresionaba por entonces de estas composiciones era la atmósfera. Aparecían niños, algo que me llamaba la atención, todo parecía emanar un ambiente de misterio y de descubrimiento, de curiosidad en definitiva. Y, realmente, eso era lo que había. Se trata de dos representaciones de veladas «científicas», muy propias de la época y el lugar. Los aristócratas y burgueses eran muy dados a las demostraciones de la nueva ciencia, todo estaba por descubrir, un mundo lleno de posibilidades se encontraba ante ellos, y no les faltaba la razón. La luz, la electricidad, el aire, el vacío… todo era novedoso y había que descubrir qué se hallaba tras el velo de misterio de la realidad. Por eso, en medio de la pasión por el progreso industrial, las celebraciones de la ciencia a la luz de las velas se hicieron muy populares.

Veamos el primero de los ejemplos: Experimento con un pájaro en una bomba de aire (An Experiment on a Bird in the Air Pump), obra de Joseph Wright datada en 1768. Se trata de un óleo sobre lienzo que puede contemplarse hoy día en la National Gallery. La escena está llena de fuerza y fascinación. Wright realizó una serie de estudios similares, siempre en penumbra, iluminados por velas, que representaban lo que más le atraía: las demostraciones científicas. Era un apasionado de las nuevas industrias y de la ciencia y, por ello, quiso inmortalizarlo en sus obras. Le llamaron de todo, claro está, porque la temática chocó mucho a sus contemporáneos, y eso le hizo único, dado que apenas nadie quiso imitar ni el estilo ni las temáticas, que tanto se alejaban de lo convencional por entonces (pincha en la imagen para ver la obra en grande).

La genialidad de Wright, a pesar de las críticas por haber elegido temas poco «clásicos», le ofreció fama al instante. No hay nada como llamar la atención, sobre todo si se hace de marea sublime, como es el caso. Ahí tenemos al proto-científico, mirando al espectador, ofreciendo una demostración de una campana de vacío, un ingenio a modo de bomba de aire en modelo basado en el de Robert Boyle. El pájaro cae ante la falta de aire, el vacío se hace presente y asombra a los presentes. En la Wikipedia hay un artículo muy amplio y bastante bueno sobre los detalles del cuadro y su técnica, por lo que no viene al caso repetir aquí esas cuestiones. Lo que quiero es invitar al lector a sentir la fascinación, la curiosidad, aquello que me llamó la atención de pequeño. Estamos ante la representación visual de toda una época, cuando todo estaba por descubrir. Tenemos ahí a los niños preocupados por el destino fatal del pájaro (quién sabe, igual abrieron la válvula antes de que pereciera la cacatúa, ave muy exótica para el lugar y la época). La luz de la Luna se cuela entre cortinas, quién sabe si como premonición de que lo sería la Sociedad Lunar de Birmingham. Lo dicho, invito al lector a olvidar estas letras y que pinche en la imagen, hay que ver el cuadro a pantalla completa, descubriendo las miradas, los detalles. Esta obra resume toda una época y un modo de ver el mundo.

Dos años antes, en 1766, Wright había creado una obra precursora de este estilo y temática. Invito igualmente a contemplar el cuadro titulado Un filósofo da una lección sobre el planetario de mesa (A Philosopher Lecturing on the Orrery), pinchando sobre la imagen para ver todo su esplendor. Este cuadro no me fascinaba de pequeño tanto como el anterior, pero hoy día me atrae incluso más, posiblemente por el tema astronómico, quién sabe. En todo caso, es otra obra maestra que resume toda una época. Merece la pena detenerse unos minutos ante estas dos geniales composiciones y contemplar su mundo interior.

Muchos años más tarde conocí otra obra que también me ha fascinado y es una de mis favoritas de la época, pero cuenta otro tipo de historia que dejo para otra ocasión…

El alquimista descubriendo el fósforo
«El alquimista descubriendo el fósforo», o «El alquimista en busca de la piedra filosofal», obra de Joseph Wright, 1771.