Manuel García y el laringoscopio

Versión web del artículo que publiqué en Historia de Iberia Vieja, número 43 – enero 2009.

El inventor del laringoscopio, el Cristóbal Colón de las laringes, hizo posible con su invento una serie de rápidos progresos médico-quirúrgicos. Y su talla científica se alza en las cumbres inmortales donde Koch, Virchow, Erlich y Mommsen acaudillan la ciencia contemporánea.

Nuevo Mundo, Madrid. 12 de abril de 1918

Manuel Vicente Patricio Rodríguez Sitches o, mejor, Manuel García, nació en Madrid en 1805 y falleció en Londres en 1906. Quien se haya molestado en restar se habrá percatado de que se trató de una vida larga, muy larga, 101 años de actividad sin pausa, un tiempo que da para hacer muchas y muy buenas cosas, unos años que Don García supo aprovechar con diligencia.

Tradición familiar

imgSi en muchas ocasiones se cita la influencia familiar en las biografías de grandes personajes históricos, con García se puede decir que la familia se convirtió en un motivo inspirador y, a la vez, sustrato inigualable sobre el que forjó su vida. La cosa venía de lejos pues el padre del genio que nos ocupa, llamado igualmente Manuel García o, atendiendo a su fe de nacimiento, Manuel del Pópulo Vicente Rodríguez, conocido desde pequeño como García, el apellido de su padrastro, fue un compositor sevillano, apasionado de todo lo que la música y el arte en general pueden ofrecer para alimentar el alma humana. No sólo componía, sino que cantaba, y muy bien por cierto, fue colaborador y amigo del mismísimo Rossini, quien compuso para él la parte de tenor de sus óperas El Barbero de Sevilla y Otello. Se trató de un aventurero sorprendente, recorrió media Europa entre fama, dinero y montajes operísticos, eso cuando no se arruinaba de repente y tenía que saltar a otro lugar y otro campo de batalla para levantarse, de nuevo, logrando más fortuna presta a ser puesta en riesgo durante la siguiente aventura.

Dos matrimonios celebró el viejo Don Manuel, uno con cierta actriz, Manuela Morales, que habitaba en la compañía del célebre Isidoro Máiquez, el otro con una servidora devota del arte, una cantante que atendía al nombre de Joaquina Briones, bajo el apodo artístico de María Joaquina Sitches, convertida en amante y, más tarde, en esposa del compositor. Los frutos de estos dos matrimonios siguieron por la senda del arte, con sorprendentes carreras y logros, confirmando que el espíritu de las musas tenía en gracia a la familia García. He ahí, por ejemplo, una de las hijas del segundo matrimonio, María Felicia, la Malibrán según su nombre de casada, celebérrima cantante de ópera adorada por Rossini. Por si no fuera bastante contar como con una diosa de los escenarios, disfrutó de la compañía de otra hermana célebre, Paulina García, que en virtud de su casamiento con un famoso crítico, tomó por nombre Pauline Viardot García, llegando a viajar por Europa en medio de la fama que logró gracias a su calidad como cantante.

Música y ciencia

En medio de esta dinastía musical y artística, que poblaba el cielo de la creación de su época, vivió Manuel García, recordado hoy por ser padre de cierto artilugio médico relacionado, a su vez, con la música. Con un padre siempre implicado en todo tipo de montajes musicales en grandes escenarios de París, Londres o incluso en América, siendo compositor de fama e invitado a todas las celebraciones de la alta sociedad, con hermanas que deleitaban a príncipes y nobles gracias a su canto, ¿acaso extraña a alguien que el joven García decidiera dedicar su vida a la música? Ahora bien, a pesar de que llegó a ser conocido como gran cantante de ópera, barítono concretamente, no fue su fama por el camino de la práctica del arte, sino que se convirtió en una de las figuras del estudio de la música desde el punto de vista científico más importantes de todos los tiempos. Siempre su vida giró en torno al canto, incluso se casó con una soprano, Eugénie Mayer y, para seguir con la tradición, su hijo Gustave se convirtió en barítono. La voz humana, aclamada tantas veces como el “instrumento musical perfecto” constituyó la pasión y la obsesión de García. Una vez que su carrera como cantante fue disminuyendo en intensidad, decidió dedicar su mayor esfuerzo en comprender tal instrumento maravilloso. Estudió con pasión la anatomía de la laringe, al detalle, con atención y sin descanso, para descubrir los secretos del arma del que nacen los sonidos de la voz. A mediados del siglo XIX el genio de García despertó para la ciencia médica, enseñó con ilusión todo lo aprendido con los años sobre el canto y la voz en París y Londres.

Pero faltaba algo, todo lo conocido hasta entonces en el mundo del canto era más teórico que real si a los mecanismos de la voz nos referimos. García pasó a la experimentación, estudió la disposición y estructura de las fibras musculares de la laringe humana y tomó como sujeto de experimentación a su propio aparato fonador, observándose a sí mismo a través de espejos mientras cantaba. Gracias a lo que aprendió con sus experimentos al analizar su propia voz y laringe, desarrolló métodos de enseñanza del canto que alimentaron a los más importantes cantantes de ópera durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Sus obras escritas sobre la voz humana y el canto, como Memoire sur la voix humaine, alcanzaron prontamente celebridad y fueron reeditadas muchas veces. Las aplicaciones médicas de su laringoscopio también le valieron reconocimientos académicos del más alto nivel, como un doctorado honoris causa.

El laringoscopio de García

Manuel García, el que fuera profesor de canto del Conservatorio de París e, igualmente, de la Real Academia de Música de Londres, ideó el invento por el que es recordado. Obsesionado con el conocimiento científico del mecanismo de la voz y el canto humanos, se apoyó en el trabajo de diversos anatomistas y en disecciones de laringes de animales y de cadáveres humanos para comprender cómo la disposición de las fibras musculares lograban que las cuerdas vocales crearan sonidos.

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Claramente podemos imaginar a García apesadumbrado al comprobar que las disecciones no podían explicarlo todo, así que el intrépido cantante y maestro decidió aplicar los métodos de la experimentación científica consigo mismo. ¿Cómo ver el aparato fonador humano funcionando en vivo? La iluminación le llegó en forma de idea cierto día de 1854, caminando por París. Del destello genial que alumbró su mente nació el espejo con el que logró ver su propia laringe en acción mientras cantaba, cobró vida así el laringoscopio y, de ahí, varias ciencias que a tal efecto deben parte de su existencia. De la observación de los reflejos que aparecían en los cristales de unos escaparates de París, surgió la idea de combinar pequeños espejos para realizar sus autolaringoscopias indirectas, aprovechando la luz del sol. Con paciencia y tesón, García se aplicó sobre el cielo de la boca, aguantando la náusea, un pequeño espejo de dentista que había adquirido y adaptado para sus fines, pudiendo entonces observar los movimientos de sus cuerdas vocales en otro espejo situado frente a sí. De manera tan sencilla nació la laringoscopia empleada a partir de entonces para el estudio de patologías y, claro está, para el estudio de la voz y el canto humanos. Con el paso del tiempo la laringoscopia indirecta fue mejorando, por ejemplo, por medio del empleo de luz artificial, pero siempre sentará sus bases sobre la inspiración de un insigne maestro cantor que pensó un día, caminando por París, en la forma de contemplar su propia laringe.

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Documento de interés:
El centenario del laringoscopio. Antonio Remón Cardesa. Argensola: Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses, ISSN 0518-4088, Nº 21, 1955, pags. 51-52. (PDF).