Reinas del cielo

imgDesde los primeros tiempos de la aerostación, a finales del siglo XVIII, cuando los primeros globos tripulados comenzaron a surcar los cielos, apareció toda una modalidad de espectáculo, muy rentable a decir de las crónicas, que consistía en unir peligrosos vehículos aéreos y mujeres. Hay que pensar en la época, en la pésima situación de las mujeres que, si bien iría mejorando con el paso de las décadas, todavía eran consideradas como meros contenedores vivos para traer hijos al mundo y como trabajadoras en los hogares sin posible horizonte más allá de los cacharros de una cocina, poco más, máxime cuando se discutía vehementenente su «inferioridad» natural con respecto al hombre. Puede que, precisamente por esta unión de prejuicos, el contemplar a las «frágiles criaturas del bello sexo» en peligro sobre bestias volantes fuera lo que atrayera a multitudes, sobre todo hombres, a contemplar los espectáculos de las aeronautas, que a veces eran llamadas «reinas del cielo». Pagaban, sin chistar, la entrada al espectáculo, en plazas y campos, jardines o praderas, para estar cerca de las heroínas.

Durante gran parte del siglo XIX fueron decenas las mujeres que intervinieron, con diverso éxito, en estos circos del aire. Las aeronautas estaban expuestas a los mismos peligros que sus compañeros y, en muchos casos, pagaron con su vida la osadía de retar a las nubes en su singladura celeste. No parece haber acuerdo sobre la primera mujer en volar a bordo de un globo. Se suele citar con profusión a Sophie Blanchard, pero lo único seguro es que ella fue la primera en ganarse la vida con los globos, sin ser la primera mujer en volar en uno de estos artilugios. Si hubiera que buscar un punto de partida para esta historia, pocos dudarían de volver la vista al 4 de junio de 1784, cuando Élisabeth Thible se atrevió a realizar un vuelo libre a bordo de un globo Montgolfier, acompañada de Monsieur Fleurant, un artista fanático de los globos. Cuentan las crónicas que, de regreso para poner los pies en la tierra, Élisabeth recibió una gran acogida en medio de vítores, pero también abucheos de muchos hombres que consideraron el acto como temerario y de mal gusto, a fin de cuentas, las aventuras sólo debían ser cosa de hombres. El histórico vuelo, realizado en Lyon, tuvo también como protagonista al propio globo, bautizado como La Gustave, en honor al rey de Suecia Gustavo III, presente en el lugar. Poco más se conoce sobre Élisabeth, aunque hay referencias que recuerdan otras aventuras en globos, esta vez más peligrosas, como un viaje realizado en compañía del duque de Brunswick años después de su vuelo de Lyon1.

Pasando al campo de las profesionales, por raro que pudiera sonar en la época, memorable fue la figura de la francesa Sophie Blanchard. La que fuera primera aeronauta profesional de la historia, llevó a cabo casi setenta vuelos con éxito. Cuenta la leyenda que su marido, Jean Pierre Blanchard, prometió cuando era un jovencito aventurero de los globos, a una aldeana de La Rochelle, que en caso de tener ésta alguna hija, se casaría con ella. Sea como fuere, Jean Pierre contrajo matrimonio con la jovencita Sophie en 1804, que fue testigo de las aventuras aéreas de su marido hasta que los dineros comenzaron a escasear. Muchos volaban ya entonces, con lo que competir en circos aéreos se convertía en tarea cada vez más complicada. La solución para destacar sobre el resto de aeronautas y, de paso, ganar más que ellos, fue hacer volar a una mujer. La apuesta funcionó, porque el éxito acompañó a la pareja hasta que, en 1808, Jean Pierre sufrió graves heridas tras caer desde gran altura, falleciendo al cabo de un año. Como se dice en estos casos, el espectáculo debe continuar, así que la osada Sophie siguió ofreciendo espectáculos, cada vez más arriesgados, como sus famosos vuelos nocturnos y fue invitada a volar durante grandes acontecimientos, como la boda de Napoleón con María Luisa de Austria. Puede imaginarse quien estas letras vaya leyendo lo que sucedió con el paso del tiempo. Los vuelos fueron cada vez más peligrosos, nunca era suficiente, cruzó Italia en globo alcanzando tal altitud que perdió el conocimiento, atravesó los Alpes y logró lo que muchos hombres que se llamaban a sí mismos aeronautas nunca soñaron, pero la historia no tuvo final feliz.

Veamos, delante tenemos un gran globo repleto de hidrógeno, sí, el conocido gas inflamable. El aparato está pilotado por Sophie, vuela sobre los jardines de Tívoli, en París. Apacible es esta noche del 6 de julio de 1819, el público contempla el surcar del globo con satisfacción, nada inspira temor, el vuelo es tranquilo. La intención de Sophie consiste en lanzar desde la nave algunos fuegos artificiales. Vale, detengamos la escena, no creo que haya que pensar mucho para llegar a la siguiente conclusión: fuegos artificiales más hidrógeno igual a… Sí, en efecto, el globo se incendió, cayó con rapidez sobre un edificio y la piloto se estrelló en medio de una calle, ante el espanto de los paseantes. Dudoso honor este de convertirse en la primera mujer víctima de un accidente aéreo2.

Por entonces ya volaban, de forma más o menos profesional, varias mujeres en Europa, lo que hacía que no se tratara ya de novedad y terminó por convertirse en una parte habitual de exhibiciones y circos aéreos. Para descollar, había que ir más allá. ¿Qué tal lanzarse al vacío? Saltar desde un globo con un rudimentario paracaídas tuvo que sobrecoger al público decimonónico, pero esa es otra historia que, al menos en uno de sus más curiosos episodios, ya visitó TecOb hace tiempo, a través de la precursora del salto desde globos, Elisa Garnerin, pionera del paracaidismo.

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1 Véase La Ilustración Artística, Barcelona, 7 de abril de 1902.
2 En realidad, las causas de tan trágico accidente nunca fueron aclaradas, aunque no cabe duda de que la combinación de hidrógeno y fuegos artificiales no parece muy recomendable.