Perdiendo el norte

brújulaEl norte, con el paso de los siglos, se ha ido convirtiendo en algo más que una referencia geográfica. Se ha colocado en la posición de símbolo inalterable del buen camino y del razonamiento correcto, se dice, por ejemplo, cuando alguien se está equivocando, o volviéndose loco, que «está perdiendo el norte«. Lo curioso es que ese idealizado norte es de todo, menos estable. Me estoy refiriendo al norte que sirve de referencia para las brújulas, el norte magnético. Naturalmente, lo que marcan las brújulas no es el norte geográfico, esto es, el punto imaginario por donde se «pincha» el eje de rotación terrestre. 😉 La obediente brújula se orienta hacia el norte magnético, generado por el campo magnético terrestre, un campo que, entre otras cosas, además de ayudar a la humanidad en la navegación durante centurias, nos protege de peligrosas radiaciones solares, generando a la vez espectáculos naturales como las auroras borales.

Al ángulo que forman el norte geográfico y el norte magnético, medido desde un punto concreto de la Tierra, se le llama declinación magnética y ha sido un valor primordial en la navegación durante mucho tiempo. Pero, como todo en este mundo nuestro, la declinación magnética cambia a lo largo del tiempo porque, a pesar de los refranes y los mitos, el norte de las brújulas anda medio «loco» y cambia de manera algo caótica, siguiendo una ruta tortuosa y, hasta cierto punto, impredecible. De hecho, el polo norte magnético es de todo menos estable, no hay más que pensar lo viajero que ha sido en los últimos cien años, moviéndose más de 1.000 kilómetros desde el norte de Canadá, encaminándose más allá del Ártico. Si sigue tal camino, el norte magnético apuntará en nuestras brújulas hacia Siberia dentro de unas décadas, con lo que las gentes de Alaska podrían perder su privilegiada situación para observar las «luces del norte».

«Con este viajero del norte nunca se sabe lo que va a suceder, en los cuatrocientos años anteriores se mantuvo bastante estable y, siguiendo su natural tendencia a los movimientos inconstantes, seguramente regrese a su «patria» canadiense décadas más tarde. Ante los «bruscos» cambios del norte magnético en estos años pasados, se llegó a afirmar que se estaba cerca de una grave alteración del campo magnético terrestre, la conocida como inversión magnética, tal y como ya sucedió hace miles de años, pero más bien parece tratarse de una oscilación «periódica» normal.

Ahora bien, con esto de «norte» y «sur», al hablar de magnetismo, hay que tener cuidado. El polo norte al que apunta la brújula, que en rigor se llama «norte geomagnético«, el es polo «sur» del enorme campo magnético terrestre, estando el polo «norte» cerca del polo sur geográfico. Ya se sabe, polo iguales se repelen, polos diferentes se atraen. La porción «norte» de la aguja imantada, se orienta hacia el «sur» magnético terrestre, que está en el norte geográfico.

poloN

Posiciones del dipolo norte (rojo) y del polo geomagnético (azul) entre 1900 y estimada en 2010.

Por cierto, existe otra utilidad muy interesante del magnetismo terrestre, más allá de la navegación y de su función como «escudo» contra radiaciones. El magnetismo de nuestro planeta deja su «huella» en ciertos materiales que orientan su moléculas dependiendo de las condiciones magnéticas del momento en que, por ejemplo, se solidificaron. Así, el llamado paleomagnetismo, ha sido utilizado para datar antiguas rocas, que guardaban en su interior esa «memoria» del estado de nuestro campo magnético terrestre en la época en que se originaron.