Las (posiblemente) inútiles ondas electromagnéticas

Siempre se ha dicho que Heinrich Rudolf Hertz no veía qué posible utilidad podrían tener las ondas electromagnéticas que él mismo había demostrado que existían experimentalmente, pero me resisto a pensar que, en el fondo, aquella fuera su opinión real. Veamos, no era el primero que se encontraba con ellas, pues hacía años que Joseph Henry había observado sus efectos, pero sí fue quien abrió las puertas de la moderna era de las comunicaciones por radio. Y es que, las supuestamente inútiles ondas que descubrió nos sirven para comunicarnos de mil modos, ya sea por radio, televisíón, teléfono, satélite… ¡Para ser algo sin ninguna utilidad práctica se le ha sacado mucho jugo! Nótese que intento ser irónico porque Hertz era todo un genio de la experimentación, un mecánico de primera y, además, un tornero de los buenos. Por eso me resisto a pensar que realmente tuviera tan poca imaginación para no darse cuenta de lo que acababa de encontrar. El caso es que la anécdota ha sido repetida una y mil veces, casi siempre con las mismas palabras, pero no he logrado encontrar la referencia original. Incluso en libros de los años sesenta y setenta se repite la misma cantinela pero, antes, centremos brevemente el asunto.

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Montaje experimental de Hertz, 1886. Fuente.

Hertz diseñó un precioso montaje experimental que utilizó entre 1886 y 1888 para producir, y detectar, ondas electromagnéticas, en el modo en que había predicho ese gigante nunca suficientemente ponderado que había sido Maxwell. En ese tiempo muchos dudaban todavía de la existencia de tales ondas y, claro está, la radio era sólo un sueño. El montaje estaba formado por un circuito eléctrico que generaba corrientes oscilantes y, por otra parte, un detector. El emisor era simplemente un circuito con un transformador y condensadores conectados a dos esferas de metal separadas entre sí por un espacio muy pequeño. Al alcanzar la tensión entre las esferas un máximo, saltaba una chispa entre ellas. Esto se repetía de forma periódica, generándose ondas electromagnéticas tal y como había predicho Maxwell. A su vez, el detector, o antena, también llamado resonador, era un simple alambre circular dotado de un espacio intermedio. Si se habían generado ondas electromagnéticas, éstas serían capaces de crear una leve corriente inducida en la antena. Por supuesto, el montaje funcionó y detectó la existencia de esas ondas. A los pocos meses ingenieros de todo el mundo estaban ya dando forma a la revolución de la radio, tras enterarse de la hazaña de Hertz. Así, Oliver Joseph Lodge realizó en 1894 una primera emisión de radio, claro que Nikola Tesla ya estaba dando guerra por su parte y, al poco, Marconi les siguió. La revolución fue instantánea, tanto es así que Oliver Heaviside afirmó en 1891:

Hace tres años, las ondas electromagnéticas no eran nada. Al poco, estaban en todas partes.

Hertz falleció a los 36 años, en 1894, sin ver cómo la tecnología de radio se extendía por el planeta pero eso no es excusa para que se le atribuya una falta de visión tan clamorosa. Puede que tuviera un mal día, o que se refiriera a su propio trabajo futuro, no a las posibilidades tecnológicas de las ondas electromagnéticas, el caso es que para la historia ha quedado lo que sigue como algo verídico y, aunque como he dicho, no he podido encontrar la fuente original, se ha repetido una y mil veces la siguiente historia. Se cuenta que, ante el éxito de su experimento, fue preguntado por sus alumnos acerca de la utilidad práctica del mismo, a lo que Hert respondió:

No tiene ninguna utilidad (…) sólo se trata de un experimento que demuestra que el maestro Maxwell estaba en lo cierto, ahí tenemos esas misteriosas ondas electromagnéticas que no podemos ver a simple vista. Pero están ahí.

Al ser preguntado sobre las consecuencias de ese descubrimiento, Hertz afirmó:

Ninguna, supongo.

Bien, como digo, esto se ha repetido una y mil veces y se suele poner como ejemplo del sabio genial que, sin embargo, no logra ver el alcance de su propia obra. Sí, Hertz era un tipo de lo más humilde, pero habiendo vivido siempre entre máquinas y tan dotado para la inventiva como era, me niego a seguir pensando que fuera tan corto de miras. Lo dicho, puede que tuviera un mal día cuando pronunción aquellas palabras, sólo eso.