Bajo el muérdago

viscumCada vez me asombra más esto de la Navidad o, mejor dicho, la vertiente comercial navideña porque, seguramente, dentro de pocos años van a comenzar a colocar en las estanterías de los comercios y grandes almacenes los productos tipicamente navideños desde el mes de julio, es más… ¿por qué no dejarlos todo el año?

El lunes me preguntaron por los rituales navideños relacionados con el muérdago y, sencillamente, me quedé en blanco. Me acordaba de cuestiones botánicas relacionadas con este curioso hemiparásito1, pero de rituales nada de nada, salvo escasas bobadas que recordaba haber visto alguna vez en televisión. La verdad, el muérdago en sí es mucho más fascinante que todos los rituales o tradiciones que se hayan querido inventar a lo largo de los siglos sobre el mismo.

Muérdago, como tal, suele llamarse a diversas plantas del género Viscum, hemiparásitos fascinantes a los que se ha rodeado de misterio a lo largo de la historia.

El Viscum album L. conocido más usualmente como muérdago blanco, muérdago común, liga o visco, entre otros muchos nombres que recibe dependiendo del lugar, pertenece, siguiendo la sapiencia del maestro Pío Font Quer, a la familia de las lorantáceas (Loranthaceae), que comprende unas mil cuatrocientas especies que viven mayoritariamente en áreas intertropicales, siendo plantas generalmente leñosas que poseen una particular manera de encontrar sustento. Muchas de ellas se desarrollan sobre los árboles, se adhieren a sus ramas, comportándose a modo de «vampiros» extrayendo de la savia de sus anfitriones mucho de lo que necesitan para sobrevivir, desde agua a sales minerales.

Desde antiguo, el muérdago se ha visto rodeado de historias y leyendas misteriosas de tintes románticos. Dicen que los celtas consideraban a este vegetal como portador de esencias mágicas y, posiblemente, de tan lejanos tiempos haya llegado a nosostros la costumbre del beso bajo el muérdago. Sea como fuere, el caso es que se cría principalmente sobre algunos tipos de árbol, como manzanos, chopos y otros de hoja caduca en gran parte del norte español, aunque la variedad laxum, que gusta de crecer sobre pinos albares, negrales y de otro tipo, puede encontrarse en toda la Península Ibérica.

El muérdago realiza su floración en primavera y, durante el otoño, madura sus frutos «típicamente» navideños. Estos frutos, más o menos del tamaño de guisantes, son verdes al principio, pero con el paso de los días cambian de color, convirtiéndose en esferillas viscosas pálidas con una sola semilla en su interior. Dicen los entendidos que, aunque las hojas del muérdago son algo amargas, los frutos resultan insípidos. No seré yo quien contradiga a los osados botánicos, como Quer, que desgranaron el amplio mundo de la vida de las plantas, sobre todo porque no me apetece probar plantas a la ligera, el resultado puede ser muy peligroso, a fin de cuentas, el muérdago contiene diversos compuestos quimicos de lo más interesante, desde acetilcolina a viscotoxina, esta última con efectos sobre el sistema cardiovascular.

La vida de uno de estos intrépidos vegetales se inicia cuando, transportada por el viento o las aves, llega una semilla de muérdago a las ramas de un árbol o arbusto y encuentra unas condiciones adecuadas para germinar. A partir de ese momento, tras clavar su raíz primaria en la rama, profundizando en la búsqueda de la preciada savia, comienza a medrar, alimentándose gracias al árbol sobre el que vivirá y se desarrollará, si todo va bien, durante muchos años, llegando a crear un vistoso arbusto.

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1 Lo de hemiparásito viene a que, a pesar de su carácter parásito, esto es, de medrar a costa del árbol o arbusto sobre el que se asientan, realizan funciones fotosintéticas a través de hojas propias, con lo que no pueden ser considerados como parásitos «completos».

Imagen: Geneva Foundation for Medical Education and Research.