Medio siglo de «El Planeta Prohibido»

Ayer volví a ver El Planeta Prohibido. Hacía mucho que no visitaba esta pequeña joya del cine de ciencia ficción y, de nuevo, he vuelto a sorprenderme. No por la historia que cuenta ni por el guión ni los actores… ¡Lo que siempre me ha sorprendido es la técnica! Bien, para quien no la haya visto, he de recomendársela, sobre todo si uno tiene gustos tecnológicos y se apasiona con la ciencia ficción.

Lo que hoy quiero resaltar es que este año ¡¡cumple cincuenta años!! Y mira que en el último medio siglo se han realizado películas similares, tanto por temática como por ambientación. Pero en El Planeta Prohibido sucede algo verdaderamente extraño: no envejece. Los uniformes pueden resultar algo «retro», los diálogos un poco acartonados y algunas máquinas, cierta y encantadoramente, «anticuadas». Pero los efectos de imagen y sonido no envejecen. Nada de ordenadores, no hay síntesis de imagen, no hay trucos digitales, sobre todo porque no se habían inventado. En medio de un ambiente marcado por música electrónica, en su más puro estilo «primitivo» obra de los pioneros Louis y Bebe Barron, se desarrolla una película alucinante en todos sus aspectos. Y, siendo reconocido como el primer largometraje de la historia con banda sonora completamente electrónica, los aspectos visuales no van por detrás de los sonidos. Memorable es la secuencia del ataque del monstruo «imaginario» a la barrera energética en torno a la nave espacial. Todo un meritorio ejercicio de imaginación, sobre todo teniendo en cuenta que no hay ordenador alguno detrás de esos efectos. ¡¡Sigue tan viva como siempre!!

El Planeta Prohibido

Hay muchos elementos en esta película que, más tarde, han alimentado infinidad de aventuras de ciencia ficción. Abrió un mundo nuevo en el género, aunque tardó en calar, pero finalmente se convirtió en un clásico, con personajes inolvidables, sobre todo ese curioso robot llamado Robby. También resulta chocante ver que la nave espacial en la que los humanos llegan a Altair IV es un «típico» platillo volante «cincuentero». Seguramente, dentro de otro medio siglo, siga tan fresca, pero no creo que esté yo por estos lugares para recordarlo… 😉