Cuestión de engranajes

Máquina de BabbageLa historia de la ciencia considera «padre» de los ordenadores a Charles Babbage, visionario matemático británico del siglo XIX. Pero, a pesar de los muchos proyectos para construir ordenadores que llegó a idear hasta en su más mínimo detalle, ayudado por la matemática Ada Byron, nunca pudo realizar ninguno de ellos. La razón que explicó esta desgracia para el inventor, está en que sus diseños poseían demasiada complejidad para las artes mecánicas de la época.

Así quedó zanjada la cuestión hasta que, en 1991, cerca del bicentenario del nacimiento de Babbage, varios entusiastas de la historia de la computación del Museo de la Ciencia de Londres, terminaron con éxito la construcción del Ingenio de Diferencias número 2, basado en los diseños del añejo matemático. El tiempo dio, finalmente, la razón a Charles, su máquina funciona a la perfección.

Los banqueros, científicos o funcionarios del siglo XIX, recurrían para hacer cálculos complejos a gruesos volúmenes que contenían tablas con los datos deseados y exactitudes de hasta tres o más decimales. El gran problema era que la construcción de las tablas se hacía muy penosa y susceptible a los más mínimos errores. En la mayoría de los libros de tablas siempre se encontraban múltiples fallos, lo que podía arruinar el cálculo más cuidadoso por culpa de una simple errata. Aquí es donde aparece Babbage, resuelto a solucionar el problema por medio de una gran máquina calculadora automática. Charles Babbage, como matemático, había tenido la oportunidad de crear tablas por sí mismo.

Al colaborar con el astrónomo John Herschel, trabajando juntos en varias tablas, se dio cuenta de que los errores eran inevitables si el asunto se encontraba en manos humanas. Así que, ¿porqué no construir una máquina que funcionara con total efectividad eliminando de raíz los errores de cálculo y tipográficos? En 1822 diseñó su primera máquina, el ingenio de diferencias, basado en el método de las diferencias finitas. Las máquinas de Babbage utilizaban la numeración decimal, al contrario que las computadoras actuales basadas en la binaria. Los datos eran introducidos en el ingenio a partir de unas ruedas de engranaje, con números enteros marcados en cada diente. Una vez terminados los planos de la máquina, no quedaba más que construirla. Tras diez años de rediseño, construcción de piezas y un gasto imponente, el proyecto se derrumbó.

Era el año 1833, cuando el ingeniero jefe del proyecto discutió con el matemático acerca de unos pagos. La máquina de diferencias original consta de unas 25.000 piezas metálicas, montadas con total precisión en un armazón de dos metros y medio de alto y dos metros de ancho por un metro de profundidad, con un peso de varias toneladas. Fue financiada su construcción por el gobierno británico, llevándose más de 17.000 libras de la época, una auténtica fortuna. En 1842 el gobierno se retiró definitivamente del proyecto, dado el alto coste, la complejidad de la máquina y la opinión en contra de algunos científicos que no le veían la utilidad al monstruo mecánico. Esto supuso un duro golpe para Babbage, quien vio cómo la mayor parte de las 12.000 piezas ya terminadas eran refundidas o perdidas en las chatarrerías.

Unos años antes, en 1832, se había construido una pequeña porción del mecanismo completo, para verificar si funcionaba de manera correcta. Hoy día, aquel pequeño pedazo del ingenio sigue funcionando a la perfección, demostrando que la ingeniería de la época sí era capaz de realizar la construcción completa, siendo detenida, sobre todo, por problemas financieros.

Pero la consideración de Babbage como padre de la informática se debe a otro diseño, pues el ingenio de diferencias no pasaba de ser una simple calculadora mecánica, similar, aunque mucho más refinada, a otras ya existentes en su época. El gran precursor de los ordenadores fue la máquina analítica, ideada en 1834. Esta máquina era un ingenio programable muy semejante en su concepción a los actuales ordenadores, con su sistema de procesado, memoria, entrada y salida de datos. Era programable a través de tarjetas perforadas, sistema ya utilizado por los telares automáticos de Jacquard. Babbage concibió su joya para ser capaz de recibir hasta 50 dígitos y emitir resultados hasta de 100, mostrando la salida en forma de tarjeta perforada o impresa gráficamente de forma mecánica, a través de una rudimentaria impresora.

Desmoralizado tras el fracaso de la construcción del ingenio de diferencias, Babbage no intentó nunca realizar de forma física su gran invención, que hubiera sido mucho más cara y complicada que el invento inicial. El matemático falleció en 1871, siendo admirado dentro de un pequeño círculo de conocidos, pero sin recibir ningún reconocimiento oficial.