Heraclio Alfaro, con la aviación en la sangre

Versión para TecOb del artículo publicado en la revista Historia de Iberia Vieja, edición de enero de 2016.

Ayer mañana realizó varias pruebas de aviación en el campo de Lakua nuestro convecino el intrépido aviador don Heraclio Alfaro. El aparato construido bajo su dirección está casi terminado, faltando solamente pequeños detalles, que completarán los perfeccionamientos por él introducidos en el mismo. Sabemos que Alfaro ha hecho un estudio acabadísimo del aeroplano realizando y llevando a la práctica reformas importantísimas tanto en el tren de aterrizaje como en el resto del aparato. Las pruebas realizadas ayer solo tuvieron por objeto probar el tren de aterrizaje rodando sobre el campo diferentes veces y con completo éxito. En días sucesivos continuarán las experiencias, comenzando por elevarse a pocos metros. Es de esperar que el éxito más completo corone los esfuerzos del aviador victoriano y que dentro de poco tiempo realice las pruebas definitivas, con la misma facilidad y maestría que las preliminares de ayer…

El Heraldo Alavés, edición del 8 de junio de 1914.

Unos comienzos poco espectaculares, sin duda, pero la aviación estaba naciendo y no podía uno hacerse el loco. Heraclio probaba todo a conciencia y, poco después de aquellos ensayos, los asombrados habitantes de Vitoria pudieron contemplar al aviador surcando los cielos con agilidad. Había nacido el primer avión fabricado en España, fruto de los trabajos y desvelos de Heraclio Alfaro Fournier.

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Naipes y aviones

Al avezado lector ya le habrá saltado alguna alerta mental. He mencionado Vitoria y también un apellido: Fournier. La combinación de esas dos palabras nos trae de forma automática a la mente ciertos naipes. Sí, hay relación con la baraja española de Fournier, vitoriana para más señas.

Heraclio Alfaro Fournier vino al mundo en la Vitoria de 1893 y lo abandonó en el mismo lugar en 1962. Fue un ingeniero aeronáutico y aviador que, en aquellos primeros años de la historia de las máquinas volantes más pesadas que el aire, logró hacerse un hueco entre los más grandes pioneros.

Vale, ¿y lo de los naipes? Una de esas imágenes mentales que comparten la mayor parte de los españoles desde hace más de un siglo está grabada en la más clásica y conocida baraja que por estas tierras se estila. Oros, copas, bastos y espadas, todos bajo el omnipresente sello “Heraclio Fournier – Vitoria”. No, nuestro Heraclio aviador no es el de las cartas, sino un nieto de aquél.

A finales del siglo XVIII llegó a Burgos un joven de origen francés llamado Francisco Fournier. Procedía de una familia de impresores, labor con la que continuó. Mediado el XIX uno de sus hijos, Heraclio Fournier, llevó la imprenta familiar, en la que ya se hacían naipes, a alcanzar altura de celebridad mundial. En su nueva imprenta de Vitoria nació el naipe español, tal y como es conocido actualmente. El diseño que Augusto Ríus hiciera para Heraclio es hoy conocido por todos, de ahí que el nombre “Heraclio Fournier” le suene a cualquiera, incluso sin saber de quién se trataba.

Heraclio Alfaro Fournier, el aviador, era por tanto nieto del fundador de la celebérrima casa de naipes. Su hermano Félix Alfaro fue quien continuó la tradición familiar haciéndose cargo de la imprenta. Sin embargo, a Heraclio Alfaro le iban más las máquinas de altos vuelos. Al chaval le llamaron la atención los globos y dirigibles desde su niñez y, cuando unos mecánicos de bicicletas estadounidenses anunciaron su vuelo el 17 de diciembre de 1903, Heraclio encontró una pasión que no abandonaría nunca. Cierto es que ese vuelo del 17 de diciembre de 1903 de los hermanos Wright con el Flyer I no está alejado de la polémica pero, sea como fuere, está claro que sirvió para dar comienzo la fiebre global por los aviones. Constructores de todo el mundo avanzaron con rapidez para dar forma a sus aparatos. Los pilotos surgían por todas partes y las escuelas de vuelo comenzaban a tener cierto predicamento. En España se veían aviones de factura francesa o inglesa pero, ¿quién se atrevería a construir el primer avión español?

Antes de pasar a describir ese aparato, repasemos someramente la vida del bueno de Heraclio Alfaro. Tenemos a un chaval que pensaba en aviones todo el día. La fiebre no le abandonaba nunca, sobre todo cuando viaja por Europa para ampliar sus estudios y contempla todo lo que se cuece en lejanas tierras. Prueba a volar por primera vez en una escuela de Francia, allá por 1910. ¡Contaba con sólo 17 años de edad! Aquello llamó la atención porque se convirtió en uno de los pioneros más jóvenes de la historia. Al año siguiente, ya con un título de piloto bajo el brazo, podemos encontrar a Heraclio como profesor ayudante en la novísima escuela de aviación creada en su Vitoria natal.

Terminó por hacerse cargo de la escuela, comenzó a pensar en construir sus propios aviones y ya no hubo remedio: la fiebre del aire le acompañó siempre. El 22 de junio de 1914 voló su nave bautizada como Alfaro I, la primera de una serie de aparatos sorprendentes. El avión, un monoplano de líneas modernas, voló sobre Vitoria llamando la atención de miles de personas que contemplaban al entusiasmado piloto surcando los cielos. Fue el comienzo de una aventura que le llevó a otros campos de vuelo, como el de Cuatro Vientos en Madrid.

Coincidiendo con la Gran Guerra, Heraclio realizó su servicio militar, siempre en ambiente propio de la aviación. De la mano del gran Alfredo Kindelán, llegó a ocupar puestos de relevancia en la escuela de vuelo que existía en Getafe. Más tarde llegaron sus aviones destinados a competir en carreras, diseñó y construyó en Barcelona diversos aeroplanos militares y se involucró en el desarrollo del helicóptero ideado por el argentino Raúl Pateras Pescara.

Habían llegado mientras tanto los años veinte. La industria aeronáutica se estaba consolidando en todo el mundo y Heraclio decidió ampliar su visión estableciéndose en los Estados Unidos. De acá para allá, cruzando el charco, completa varios de sus aviones hasta pasar en 1924 a residir permanentemente en el nuevo continente. Allí pasó más de dos décadas, tiempo en el que se graduó como ingeniero aeronáutico en el MIT y pasó a ser reconocido diseñador de aviones destinados a competición así como, desde 1928, a difundir las ventajas de los autogiros de Juan de la Cierva en los Estados Unidos gracias a un ventajoso acuerdo comercial. A comienzos de los años treinta podemos encontrarlo como profesor de ingeniería en el MIT, así como fundando empresas siempre relacionadas con la aeronáutica.

Sus últimos años los pasó en Vitoria, donde nunca abandonó aquella pasión por el vuelo que le hizo célebre. Cabe comentar que son muchas las patentes que Heraclio Alfaro registró en Norteamérica, así como en España. Por ejemplo, de 1920 son sus patentes sobre tranvías, rodamientos perfeccionados y similares. También patentó en 1924 diversos avances en motores de explosión aplicables a aeroplanos.

El Alfaro I, primer avión construido en España

Su estampa es ciertamente atractiva. Sí, fue el primer avión construido en España, pero no por ello era algo poco meditado. El Alfaro I fue un precioso monoplano diseñado, construido y pilotado por un joven de veintiún años de edad. ¡Es para pasmarse! Con un motor capaz de hacer que la nave volara a más de 100 kilómetros por hora, se trató de una nave que asombró a sus contemporáneos en Vitoria.

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En aquel lejano 1914, hace más de un siglo, no eran muchos los españoles que habían dado el paso para convertirse en aviadores. Pero que, además, en una sola persona se uniera la pasión por el pilotaje, el cálculo y el diseño así como la construcción de aeronaves… eso ya son palabras mayores. Junto a Heraclio Alfaro aparecían figuras como Manuel Menéndez, Benito Loygorri, que fue el primer piloto español, con licencia desde el 30 de agosto de 1910, o Julio de Adaro, Antonio Grancha o Mariano de las Peñas. Todo estaba por hacer y ellos aceptaron el reto.

Por Cuatro Vientos andaba igualmente La Cierva, haciendo pruebas con un aparato por él ideado, pero fue Heraclio quien alumbró aquel primer avión español que, volando sobre Vitoria y Madrid, demostró que aquí podían construirse máquinas competentes. El problema de tantos pilotos pioneros en la España de entonces era, principalmente, que o bien acudían a constructores extranjeros, o se quedaban sin aviones que volar. Heraclio abrió un nuevo mundo al diseñar su Alfaro I, en un taller de Vitoria, con mecánicos locales y con materiales propios. Dotado de un motor Gnome 50HP, contaba con 15 metros de superficie sustentadora, casi 10 metros de cruzamen y 5,60 de hélice a cola. Llegó a volar a 125 kilómetros por hora. Llamó la atención su maniobrabilidad, su cola negativa, la robustez de su cuerpo central y, sobre todo, su original tren de aterrizaje formado por dos vigas de chapa de madera que atravesaba el cuerpo del avión y que servía además de elemento estructural pues allí se fijaban los tirantes delanteros de las alas.

El aparato, de 290 kilos de peso, podía volar durante tres horas. Tal y como se mencionaba en El Heraldo Alavés, edición del 23 de junio de 1914:

Otros aviadores españoles y no pocos extranjeros al construir sus aparatos no han conseguido ni levantarlos un metro de tierra, sus cálculos han encontrado en la realidad un obstáculo insuperable que no han sabido vencer. Alfaro hizo sus cálculos y comenzó la construcción del monoplano con arreglo a ellos, luego, sin variar nada de lo hecho, ha efectuado el vuelo sorprendente que hemos visto y que realizado en un aeródromo oficial de Madrid o de París hubiera causado la admiración de profesionales, no solamente por el éxito obtenido desde el primer momento, sino por el mérito que supone en un muchacho de 21 años llegar a tal adelanto en materia de aviación.

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